Nada me identificó en aquella época con sus canciones. Excepto, mi atracción por la rebeldía.
Mis amigos y yo eramos rock and rolleros localistas y para no resultar incultos ni demodé por supuesto, el norte inglés era nuestra Meca Musical.
Por lo tanto Gloria pasó bastante desapercibida para nuestros soberbios e ignorantes oídos.
Claro que todos crecimos, diríamos que nos volvimos viejos y burqueses. También globalista. Y muchos de nosotros nos convertimos en emigrantes.
Cuando el año 99 llegué a Monterrey, Nuevo León, me dí de bruces con una sociedad pacata, conservadora y extraña. Durante el día una ciudad exacerbadamente católica rayando a la extrama derecha de la Iglesia. Por la noche, una ciudad rock and rollera, con olor a mota, sonrisa amigable y sexo en las plazas.
Aprendí el juego de la sociedad regia. Y por sobre todas las cosas aprendí, el lenguaje de Gloria Trevi. Supe de los huevos de esa mujer que salió a cantar sus verdades a su propia ciudad...
Con amor en el medio uno aprende a quererlo todo. Fué así que los regiomontanos me enseñaron a escuchar, a entender y querer el trabajo de aquella mujercita pequeña en estatura y grandiosa en talento.
Aprendí a amar a Gloria y a identificarme con ella. Y nunca es tarde aunque la adolescencia se me quedara guardada en mi closet personal, la Trevi canta a la adolescencia eterna. A esa que salta ante la dualidad de las sociedades que todo lo prohiben a la luz del día y que a la noche, lo habilitan y enriquecen a costa de los valientes que se emborrachan, cojen, y fuman como se les dé la real gana.
La Trevi me maravilla hoy más que antes.
Un ser humano exquisito que no dudó en mostrar sus debilidades y errores y ponerse de pie con la frente en alto cuando un montón de hipócritas corruptos en su propia tierra le enjuiciaron.
Hoy por hoy, me atrevo a decir, que es la contemporánea con mayor talento en su estilo en toda la tierra mexicana. Su obra lo dice por sí sola. Pero más allá de sus discos, está el escenario. Un escenario íntimo como el que nos diera en HOB el pasado jueves, sin gran producción pero con excelente perfomance.
La Trevi es fotografía natural. Para donde quiera que ella mire y apunte con su dedo todo lo convierte en buena energía. Saltamos si ella dice que saltemos, gritamos si ella nos pide que gritemos, la amamos porque ella nos ama...así como somos: putos, lindos, feos, pobres, limpia baños, adolescente embarazada a destiempo, renegados de la iglesia, adoradores de dios a nuestra manera, amantes del amor prohibido, jóvenes eternos aún con corbata y portafolio bajo el brazo...mujeres de pelo suelto que no van al psiquiatra porque no están locas sino solo desesperadas.
Entonces, cuando me hablan de una rubia de "oro" que recurre al maquillaje caro, al los aparatos de última generación para que le alcanze la voz, que vende muchos discos porque la mercadotenía se encarga en subir y bajar a un artista como si las mentes de los que compramos discos fueran títeres de su antojo, yo escupo el piso.
Porque al menos a mí aún me gusta el talento a cara lavada. El artista que sube a un par de tablas con cuatro cinco músicos en vivo y la voz estremece cada viga de un edificio. O su energía suelta al aire estremece mi corazón... y qué más cuando las letras que canta salieron de las entrañas de su vida?
Bien, eso y más es lo que tengo que decir de mi experiencia Trevi.
Y me quedo corta..me falta más mucho más. Pero ya lo diré el día que tenga una grabadora en mi mano y le haga todas las preguntas que le quiero preguntar.
Disco: Una Rosa Blue.
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